Situada entre los Alpes y el mar Mediterráneo, la ciudad de Grasse se ha convertido en la capital mundial del perfume desde hace casi tres siglos. Las colinas de sus alrededores que descienden hacia el mar están cubiertas de campos de flores que ofrecen las fragancias más delicadas. En el mes de mayo, brota una de las joyas de Grasse: la rosa Centifolia, una flor originaria del Cáucaso. En la época de la recogida, asistimos a una explosión de aromas que encontramos en numerosos perfumes y aguas florales. La tierra, influida por la proximidad de las montañas y de los suelos yodados, ofrece unos tonos únicos a esta flor refinada. La violeta y el jazmín también forman parte de los cultivos y se encuentran en las grandes perfumerías de la ciudad. Para conocer su historia, diríjase al museo internacional de la perfumería. Este museo ilustra cómo en el siglo XVII, con el fin de ocultar el mal olor del cuero, los guanteros decidieron añadirle olores más delicados. En este santuario del perfume se presentan otras anécdotas y la evolución de las técnicas. Aquí se exponen carteles, fotografías y máquinas, sobre todo las primeras técnicas de la era industrial.
Es imposible visitar Grasse sin entrar en uno de los templos del perfume, me refiero a la perfumería Fragonard. Una vez más, los visitantes son invitados a descubrir los entresijos de la producción de este precioso néctar a través de los alambiques, serpentines, esencieros e instrumentos fundamentales que se utilizan para su elaboración. En la visita guiada del museo, se explican las diferentes flores que se cultivan en el país de Grasse y las especificidades de productos como el eau de toilette, la colonia, el perfume o el agua de perfume.
Además de este tesoro de Grasse, merece dedicar un tiempo al resto de la ciudad. Las pequeñas calles estrechas le llevarán hasta el centro histórico. Pasee entre fachadas coloreadas y callejuelas sombrías. Probablemente, sus pasos le llevarán hasta la plaza del 24 de agosto, que ofrece una magnífica panorámica del mar. Es obligado hacer un alto en la catedral de Nuestra Señora del Puy, de estilo románico provenzal. Este edificio, construido en el siglo XIII, posee una espléndida arquitectura, empezando por su escalera de doble vuelo y su imponente puerta de nogal. Contemple la capilla de estilo barroco y las suntuosas ogivas adornadas de oro, que contrastan con los tonos azul cielo del techo.
Antes de abandonar la villa, dese una vuelta por las numerosas tiendas artesanales para llevarse un recuerdo de su estancia. ¡Lo más difícil será elegir una fragancia!